Jimmy no acababa de entenderlo.
-¿Pero cómo?
-Esa es la respuesta -dijo el tío Lester, como si esa fuera la respuesta-. Algunas canciones son canciones de diez minutos -continuó-. Solo tarda uno diez minutos en escribirlas. Algunas canciones requieren veinte o treinta minutos. otras canciones resultan ser canciones de dos días, o de dos semanas. Mi canción de amor resultó ser una canción de doce años.
-Ah, ya entiendo -dijo Jimmy, que no entendía nada.
-No se puede escribir una buena canción hasta que esté lista. a veces, demasiado a menudo, el modo de que llegue a serlo es escribir un montón de canciones malas, lo que la gente llama <<fracasos>>. <<Fracasos>> -repitió, levantando el labio-. ¡Ja! Cada <<fracaso>> es una pieza de la suerte futura. Porque te acerca un poco más, y fracasar de nuevo, y duplicar el fracaso, cuadripiclarlo. Fracasar hasta tal punto que nadie cree que puedas hacer otra cosa... -Lester hizo una pausa-. Pero eso no es lo que tú crees.
-¿No lo es?
-Porque sabes que más allá..., más allá de toda duda -continuó tío lester como si hubiera pensado mucho sobre el tema del fracaso, ¿y por qué no?-, el fracaso es como el patito feo.
''El hombre del techo'' de Jules Feiffer.
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